Hay diferencias evidentes entre la anatomía del hombre y la de la mujer, y otras que no solo son indetectables a simple vista, sino que además resultan desconocidas. Una de estas diferencias reside en el pie femenino, dotado de una mayor amplitud de movimiento en las articulaciones y los músculos. Esta cualidad es conocida por los especialistas en podología como hiperlaxitud, y tiene condicionantes sobre la salud de la mujer.

El podólogo experto en biomecánica en Clínicas Beiman y profesor en la Universidad de Sevilla, Guillermo Lafuente, destaca que es un fenómeno “poco estudiado e importante”. “Además de que nos encontramos ante pies más pequeños por una cuestión de estatura -aunque cada vez la mujer tiende a ser más alta y, por tanto, a tener pies más grandes-, la hiperlaxitud articular o ligamentosa caracteriza al pie de la mujer. Los movimientos que realizan sus articulaciones y musculatura son muy amplios y el pie tiene, por tanto, mayor movilidad”.

Los factores que influyen en el origen de esta hiperlaxitud son varios. Blanca Lafuente, también podóloga y experta en biomecánica de Clínicas Beiman, subraya dos: la genética y los estrógenos. Estas causas determinan que el fenómeno se dé más en las mujeres que en los hombres en una proporción 3:1, según cifra la especialista. También la hormona de la relaxina que se segrega en el embarazo puede contribuir a la hiperlaxitud, tal y como abordaremos más adelante.

El pie pronador: el más característico de la mujer

Una de las principales consecuencias de los pies hiperlaxos es la pronación. María Dolores Jiménez, podóloga en Clínicas Beiman y profesora en el Departamento de Podología de la Universidad de Sevilla, define la pronación como “la caída hacia dentro del pie en la pisada que provoca una rotación interna del miembro inferior”.

En el plano deportivo, la pronación excesiva implica un mayor gasto energético y más esfuerzo muscular, factores que derivan en un mayor riesgo de lesión, y no solo en la parte baja de los miembros inferiores. Si el pie rota hacia adentro, todo lo que está por encima de él también lo hará, originando una mayor tensión en otras estructuras corporales como la cadera y la rodilla, que se pueden ver afectadas.

La pisada pronadora en exceso no es intrínseca de la mujer. Los hombres también la pueden tener, pero los factores señalados provocan que sea más característica en las féminas. Ahora bien: un pie hiperlaxo no tiene que ser necesariamente negativo para la práctica deportiva e incluso para la vida cotidiana. De hecho, la pronación es necesaria para ‘amortiguar’ el cuerpo cuando se realiza ejercicio.

“La hiperlaxitud ligamentosa es una virtud que se puede convertir a largo plazo en negativa”, apunta Juan Dueñas, podólogo especialista en biomecánica y rendimiento deportivo de Clínicas Beiman. Este experto precisa que “una persona que sea deportista e hiperlaxa siempre va a estar más protegida en cuanto a lesiones y esguinces porque esos ligamentos y articulaciones van a tener más rango de movimiento”. A priori, este fenómeno debe ir disminuyendo con el paso del tiempo. Si no ocurre así, es cuando surgen los problemas: los músculos sufren más y, por consiguiente, se originan más lesiones.

Uso del tacón, embarazo y osteoporosis

Los cambios en el cuerpo de la mujer durante el embarazo también tienen una implicación en la naturaleza de su pie, según explica Blanca Lafuente. En este periodo, la mujer segrega relaxina, una hormona que tiene como misión la dilatación en el parto. “Esta dilatación, sin embargo, no solo se limita a la pelvis: se produce en todo el cuerpo”, observa. Y ahí se incluye el pie, con una dilatación de ligamentos y tendones que aumentan su laxitud.

La falta de menstruación o amenorrea también tiene consecuencias para el cuerpo y, en este caso, para el pie de la mujer. Una de ellas es la posibilidad de sufrir osteoporosis, con el consecuente debilitamiento de los huesos. Esta enfermedad implica que los huesos tengan más posibilidades de fracturarse al no haber suficientes cantidades de estrógeno y progesterona, las hormonas encargadas de su fortalecimiento. Algunas lesiones óseas (fracturas, fisuras o condromalacia rotuliana, como ejemplos) se producirán con más facilidad a raíz de esta patología.

Las singularidades del pie de la mujer no son solo genéticas. Este miembro también está condicionado por cuestiones culturales, modas o hábitos de vida. Un ejemplo es el uso del tacón. La excesiva utilización de este tipo de calzado tiene implicaciones para la práctica deportiva y para la vida cotidiana. Así lo explica Blanca Lafuente: “Andar con tacones produce un acortamiento muscular del tríceps sural o gemelos, lo que puede implicar una mayor tendencia a la pronación”. Este acortamiento muscular altera, entre otras cosas, la mecánica del pie y la propia postura.

Las lesiones más comunes

Las características del pie y de la pisada de la mujer hacen más probable la aparición de una serie de lesiones. Claro está, esto ocurrirá si “las zapatillas y las plantillas que se utilizan no se adaptan a la actividad del paciente y a su alteración mecánica”, según subraya la podóloga María Dolores Jiménez, que advierte de que la práctica del ejercicio físico sin tener bien controlada la pronación patológica tiene consecuencias.

Los expertos indican que las lesiones que más prevalecen en el género femenino son Juanetes o HAV (también derivados por el uso del tacón); periostitis tibial (la inflamación del periostio de la tibia, que es la membrana que recubre este hueso de la pierna); síndrome cintilla iliotibial (una inflamación de la cintilla iliotibial provocada por el roce repetitivo con el borde del fémur); síndrome del piramidal (que afecta al nervio ciático); fascitis plantar (la inflamación del tejido de la planta del pie); metatarsalgias (dolor e inflamación en el metatarso) y bursitis (inflamación de la bursa, que es una pequeña bolsa que protege las inserciones de los tendones en los huesos).

Por último, la condromalacia rotuliana (o desgaste del cartílago de la rótula), “es la lesión en la que hay más diferencias entre hombres y mujeres por este mecanismo de torsión de la rótula respecto a la rodilla, típico de la excesiva pronación”, según precisa Guillermo Lafuente.

La importancia de la prevención

Todas estas lesiones son evitables. El punto de partida es la prevención y la preparación, tanto a nivel muscular como biomecánico y material. Así lo destaca Lafuente, que señala que estos factores “son tan importantes como el tratamiento médico”.

El profesor de la Universidad de Sevilla recuerda que a veces la pronación no se puede corregir porque forma parte de fisionomía de la deportista. Sin embargo, se pueden hacer otros trabajos. Por ejemplo: “fortalecer el vasto interno del cuádriceps, lo que evita que la rótula se desplace para afuera”. Tampoco sirve de mucho controlar la pronación si luego las zapatillas no son las adecuadas, si ofrecen poco control o no son acordes a la pisada en particular. Lafuente recuerda que, si aparece alguna de estas lesiones, es importante acudir a un especialista que podrá ayudar “a recuperar esta lesión, a que mejore e incluso a evitarla”.

El estudio biomecánico y de la pisada

La más eficaz herramienta con la que cuentan los especialistas para la prevención de lesiones es el estudio biomecánico y de la pisada. Tal y como explica la especialista María Dolores Jiménez, “el estudio de la pisada se centra en la valoración dinámica y estática del paciente, mientras que el biomecánico añade una visión más amplia y general al incluir el estudio músculo-ligamentoso y articular de la paciente”.

Este estudio es muy importante tanto para mujeres como para hombres, ya que permite “conocer si tenemos alguna alteración mecánica que aunque no esté provocando sintomatología en la actualidad, puede producir en un futuro una lesión que se puede evitar”.

Gracias a este análisis pormenorizado, podemos elegir las plantillas y las zapatillas que mejor se adapten a nuestro pie y pisada. Jiménez detalla que las zapatillas de una mujer deben ser, generalmente, “con hormas más estrechas y dotadas de una correcta estabilidad”. Es decir, más rígidas y con menos capacidad de deformarse. Se busca es que tenga un buen control de pronación.

Mientras, la plantilla es más específica y dependerá de la alteración mecánica de cada deportista, así como de la actividad a la que se dedique. Juan Dueñas puntualiza que, normalmente, se puede disminuir la incidencia de la pisada pronadora “con unas plantillas de compensación o de freno para esos movimientos tan exagerados”. Pero siempre bajo de la premisa de la individualización: el uso de plantillas estandarizadas que existen en el mercado puede ser más perjudicial que beneficioso para la salud.

Para evitar los problemas asociados a la pisada de la mujer deportista se debe vigilar hasta la técnica de carrera. Así lo apunta Guillermo Lafuente, que recuerda que muchas “lesiones van asociadas simplemente a una mala manera de correr”. El experto en biomecánica señala que “si pisas mal porque llevas el pie muy para afuera, esa rotación se puede corregir y así mejorará la mecánica del pie y de la rodilla”, siempre y cuando las características anatómicas de la deportista lo permitan.

Antonio Alvarez Lovillo

Deportista ocasional y periodista permanente. Apasionado de estas dos temáticas, en todas sus vertientes. Me gusta contar historias y hazañas. Y en el deporte es donde más ocurren. Buscando siempre la noticia y el proporcionar información útil, ya sea en radio, televisión, prensa o digital.

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