El último hallazgo para paliar los efectos de la enfermedad de Parkinson no es un producto químico de laboratorio, sino que vuelve a situar al deporte como medicina de efectos extraordinarios en la salud del paciente. Especialistas de la Rush University Medical Center (Estados Unidos) han llevado a cabo una investigación que ha demostrado que el ejercicio de alta intensidad realizado durante tres veces por semana ralentiza los síntomas de la enfermedad y es, además, seguro para los pacientes.

Esta investigación ha sido publicada en la revista JAMA Neurology y analiza las repercusiones de la actividad física en las primeras etapas de esta enfermedad en personas que todavía no habían comenzado su tratamiento.

El Parkinson es una enfermedad que provoca una pérdida de control muscular y se desarrolla en el paciente de forma progresiva, acompañada de rigidez, temblores, lentitud de respuesta y deterioro del equilibrio. Conforme avanza, el Parkinson hace que sea difícil desarrollar tareas motoras elementales como caminar, sujetar objetos e incluso hablar.

Parkinson y ejercicio de alta intensidad

Veamos cómo se realizó este ensayo clínico. Los investigadores seleccionaron a un total de 128 participantes de entre 40 y 80 años. Estaban en una fase temprana de la enfermedad y todavía no estaban medicados. Así, se garantizaba que las posibles mejoras de sus síntomas estuviesen relacionadas de forma exclusiva con el ensayo.

Estos individuos se dividieron en tres grupos: unos practicaron ejercicio de alta intensidad tres días a la semana, otros practicaron ejercicios de intensidad intermedia y otros no hicieron estos ejercicios. Por alta intensidad entendemos carrera continua en rodillo alcanzando entre el 80 y el 85% de la frecuencia cardiaca máxima de cada sujeto. Por intensidad intermedia, entre el 60 y el 65% de la frecuencia cardiaca máxima.

Los científicos examinaron la seguridad y los efectos del ejercicio, y compararon los resultados con un grupo de control que no hizo ejercicio. Después de seis meses, los participantes fueron calificados por los médicos en una escala de enfermedad de Parkinson.

Los participantes tenían una puntuación aproximada de 20 antes del inicio de cualquier actividad. Tras los ensayos, los que se ejercitaron a una intensidad alta se mantuvieron en 20. Los que desempeñaron una actividad moderada, empeoraron en 1,5 puntos. Y el grupo que no hizo ejercicio empeoró en tres puntos.

Hasta ahora la mayoría de los estudios no habían medido o controlado con precisión la intensidad del ejercicio: se pensaba que podía ser estresante para los pacientes

Los investigadores comprobaron que las personas que se ejercitaron a una mayor intensidad retrasaron la progresión de los síntomas de Parkinson, mientras que los entrenamientos de intensidad moderada no tuvieron efecto.

Los especialistas ya consideran el deporte como clave para actuar frente al Parkinson, pero ahora sumamos la alta intensidad a este tratamiento. El ejercicio físico regular otorga una mejor condición física, una mayor sensación de bienestar, músculos y huesos más fuertes, articulaciones más sanas, y una respiración, una circulación y una digestión más eficaces. El resultado del entrenamiento es una mayor salud física, mental y cognitiva, que son especialmente importantes para las personas con un padecimiento crónico.

Otros investigadores han explicado que el ejercicio intenso puede mejorar la “plasticidad” del cerebro, proteger contra la degeneración del sistema nervioso e incluso revertir las insuficiencias motrices, de ahí su relevancia.

Hasta ahora la mayoría de los estudios no habían medido o controlado con precisión la intensidad del ejercicio como terapia frente al Parkinson. Ninguno se había realizado con una frecuencia cardiaca máxima del 80 al 85 por ciento porque se pensaba que podía ser demasiado estresante desde el puntos de vista físico para estos pacientes. Sin embargo, en este estudio los participantes pudieron mantener el ritmo de un ejercicio de cinta de alta intensidad al menos tres veces por semana.

Los resultados, según los investigadores, justifican una mayor exploración de los regímenes óptimos de ejercicio para la enfermedad de Parkinson que permitan evaluar científicamente cómo el ejercicio podría retrasar la progresión de la enfermedad.

Este hallazgo se suma a otra investigación reciente que señalan que el ejercicio físico ralentiza el avance de la Esclerosis Múltiple, y que incide en la realidad del deporte como medicina frente a múltiples enfermedades.

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