Unos 1.700 deportistas se citaron este verano en Málaga para competir en atletismo, natación, tenis o pádel. Participaban en la 21ª edición de los Juegos Mundiales de deportistas trasplantados y, por encima de todo, se reunían para hacer deporte y demostrar al mundo que lo pueden hacer de forma natural, y, con esfuerzo, sacrificio y siguiendo las pautas de su médico, de forma destacada.

¿Cómo explicar si no que Juan Vicente Álamo, que va por su cuarto corazón, disfrute de varios partidos de pádel al día? ¿O que Esther Maté haya llegado a correr una maratón con un pulmón trasplantado? Son sólo algunas de las historias que pudimos conocer. Hay otras muchas y todas se resumían en el lema con el que se celebraron los juegos: “Puedes verme y pensar que soy una persona normal”.

Juan Vicente Álamo juega al pádel cada día y va a por su cuarto corazón. Esther Maté, con un pulmón trasplantado, corre largas distancias

No verán ustedes en las fotos que acompañan a este texto nada que les lleve a concluir que los deportistas han pasado por un trasplante. La práctica del deporte para trasplantados es tan común que se reservan unos días para competir entre ellos, ya sea en los Juegos Mundiales (Málaga 2017), los Juegos Nacionales (Granada, 2017) o Juegos Europeos (Vantaa, 2016).

Trasplante + deporte = vida, dice la Asociación Deporte & Trasplante España, que tiene un triple objetivo: concienciar a la sociedad sobre la importancia de la donación de órganos, médula ósea y sangre; transmitir un mensaje de esperanza a todas las personas que están pasando por una enfermedad y requieren de un trasplante; y, por último, fomentar y promocionar la salud y el deporte en las personas trasplantadas. Empezaron juntándose simplemente para hacer deporte y hoy son 200 socios.

No hace falta ser un súper atleta: hay gente que compite y gente que participa.

Funcionan casi como una especie de federación deportiva, con una particularidad: “No hace falta ser un súper atleta: hay gente que compite y gente que participa. Se trata de transmitir a la sociedad nuestro agradecimiento”. No hay una marca mínima para estos deportistas trasplantados porque al final, las participaciones en eventos las sufraga cada atleta. Guadalajara albergará los juegos nacionales de 2018, y Málaga acogió los mundiales en junio, después del paso por Mar de Plata (Argentina, 2015) y Durban (Sudáfrica, 2013). En 2019 será el turno de Newcastle (Reino Unido).

 

Deportistas trasplantados: Mateo Ruiz, lanzador

Mateo Ruiz es el presidente de la asociación. Completa equipos en varias disciplinas (tenis de mesa o natación), pero su verdadera especialidad es el lanzamiento de peso, disco y jabalina. Con 1,67 de altura, escasa para un lanzador, logró la plata en Sudáfrica. En Málaga bajó al puesto 21, porque la organización del evento ha consumido su tiempo, y como pasa con cualquier atleta, “o entrenas o no tienes resultados”.

Ruiz ha pasado por tres trasplantes de médula, y explica que el criterio médico ha evolucionado en los últimos años: “Ya hay estudios que demuestran que mejora calidad de vida del paciente y la duración del órgano. Te ayuda a tener mejores hábitos de vida, y mejora la autoestima”.

Obviamente, el control médico es más exhaustivo. “Tenemos unos tratamientos crónicos, que puede derivar en más lesiones musculares”, explica Ruiz, que añade: “Cada uno tenemos nuestro médico trasplantador que nos controla los parámetros, y un médico de medicina deportiva que nos controla el esfuerzo. Como deportistas trasplantados, debemos saber dónde está nuestro límite”. Pero, insiste, como debe hacer cualquier otra persona.

 

Juan Vicente del Álamo, tenista

Cuando, preparando este reportaje, nos dijeron que entre los participantes en Málaga había un señor que iba por su cuarto corazón costó creerlo. “Tres. Tres trasplantes. Y cuatro corazones diferentes”, nos explicó Juan Vicente del Álamo, el hombre de los cuatro corazones, ejemplo entre los deportistas trasplantados y autor de un libro titulado “As de corazones”.

A Juan Vicente le observaron una anomalía cardiaca cuando iba a operarse de menisco, con 18 años. Tenía un corazón, su primer corazón, exageradamente grande. Durante doce años aguantó con medicamentos, pero en 1990 recibió su segundo corazón. Este le duró trece años. En 2003 le colocaron el tercero, la única solución ante un problema coronario.

“Fui ilusionado, porque el primero había ido bien. Te toca la segunda, piensas que con este ya aguantas sesenta años…”, dice él. Y tampoco. Unos anticuerpos reaccionaban mal al tercer corazón, y lo volvían rígido. Le ingresaron en el hospital y le sometieron a constantes plasmaféresis (una técnica para separar el plasma).

De aquello, Juan Vicente se quedó en 50 kilos, mientras los médicos buscaban un corazón que, como dice él, “tuviera mi DNI”. Lo encontraron el 24 de mayo de 2012 y él dice que esa es su cuarta fecha de nacimiento. Al año siguiente de superar el tercer trasplante hizo el camino de Santiago y en Málaga compitió en tenis y pádel, individuales y dobles. Es medallista. Tiene 57 años. “Y ahí estamos”.

 

Ana y María Rueda, atletas

El caso de las hermanas mellizas Ana y María Rueda apareció en televisión. Estas niñas son, respectivamente, donante y receptora de médula. María sufría aplasia medular, una enfermedad rara que afecta al sistema inmune y genera un déficit de las células de la médula ósea precursoras de las células sanguíneas. Su hermana Ana salvó su vida cuando le donó médula, porque sólo ella resultó apta para la donación. Nacieron juntas, la enfermedad las unió para mantenerlas con vida y desde entonces, entrenan juntas y participaron, también juntas, en los últimos Juegos Mundiales.

 

Deportistas trasplantados
Esther Maté

Esther Maté, maratoniana

Luego está el caso de Esther Maté. Ingeniera industrial y funcionaria, tiene 43 años, dos pulmones con los que no nació y ha corrido maratones: 42 kilómetros y 195 metros. Ella dice que no es lo habitual, que normalmente corre medias maratones, pero finalmente concede: “Sí, es una barbaridad”.

Es un logro para cualquiera, y también para ella, que con 19 años “pensaba que el trasplante es para otros”. A los 24 años recibió el suyo, justo a la edad en que coincidía con la esperanza de vida media para las personas con su dolencia: una fibrosis quística. “En mi caso el trasplante era la única solución que quedaba. Si no hubiese habido donante, yo hubiese muerto, no había otra opción”. Pero ella insiste en que suele corregir a su padre: “Que solo he corrido una maratón, ¡que sólo corro medias!”

 

Pablo Gálvez, nadador

Esther sirvió de inspiración a otros, como Pablo Gálvez, también aquejado de una fibrosis quística. Pablo es abogado y nadador. Cuando peor lo estaba pasando, inquieto porque aquel pulmón que le habían trasplantado no respiraba todavía todo el aire que él quería, Esther Maté le llamó. La llamada le tranquilizó, y ese pulmón le sirvió para ganar el bronce en los 50 metros libres de los Juegos Mundiales de Trasplantados. Tanto le gusta el deporte que fue monitor de natación. Pablo reivindica la normalidad de su vida: “El deporte es la culminación: hay deportistas trasplantados que compiten, y llevan una vida absolutamente normal… Una vida normal al 100%“.

Néstor Cenizo

Periodista. Trabajó en las secciones de Política y Deportes de El País, y, desde hace tres años, forma parte del equipo de eldiario.es.

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